En algún momento se ha cruzado en nuestro camino o en el de personas cercanas, un niño o adolescente con una historia vital complicada (problemas familiares, maltrato, bullying, contextos socio-culturales negligentes…) que, como cabe esperar, está condicionando su forma de ser y actuar. Esta situación nos produce un estado emocional en el que se mezclan la pena, la preocupación, la rabia y sobre todo el deseo de ayudar al niño o adolescente a tener una vida lo más normalizada posible, pero es probable que no sepamos cómo podemos hacerlo y nos surjan dudas. A continuación se ofrecen una serie de pautas que nos permitirán ayudar al niño en el día a día.
La clave versa en ofrecer una vinculación segura al niño/a un clima en el que pueda sentir seguro, acogido y contenido, es decir, un espacio en el que pueda ser él mismo, se sienta aceptado, querido, valorado y protegido de forma que pueda desactivar las defensas que ha tenido que utilizar en su día a día debido al miedo y desvaluación que ha padecido.
5 pautas para ayudar a niños vulnerables :
• Demostrarle que existen adultos en los que puede confiar: transmitiéndole eres alguien con quien puede compartir sus experiencias, incluyendo las más dolorosas y no va a ser juzgado ni culpabilizado por ello, sino comprendido. Para ello podemos hacerle verbalizaciones basadas en la honestidad y sinceridad de lo que sentimos, tales como “qué difícil ha sido lo que has tenido que vivir” “realmente se han portado muy muy mal contigo” “nadie tendría que vivir lo que tú has vivido”.
• Hacerle ver que es una persona valiosa con muchos aspectos positivos: es probable que haya recibido mensajes de desprecio y desvaluación que hayan mellado su autoestima. Por lo tanto, buscar con él/ella sus potencialidades, sus cualidades positivas, le puede hacer cambiar esta visión negativa de él mismo y aprender que hay personas que lo valoran. Para ello podemos hacer una lista de actividades que se le dan bien y ofrecerle refuerzo.
• Transmitirle que es un niño “normal”: tratarle como un niño más, dirigirse a él como se haría con cualquier niños, de forma que sienta que es un niño más y no diferente por haber sufrido. Para ello puede introducirse en la conversación actividades o acciones que comparte con sus iguales y favorecen la identificación con ellos, como por ejemplo el colegio, deportes, música…y hablar de los compañeros con los que los comparte.
• Mostrar interés genuino por el niño: interesándonos por todos los aspectos de su vida, no sólo por la parte negativa que a él/ella le identifica en contra de su voluntad. Preguntarle por sus gustos, por las actividades que realiza, sus compañeros, juegos…de forma que perciba que realmente el terapeuta se interesa por él y por conocerle.
• Acoger sus emociones y mostrarle empatía: poner nombre a las emociones que siente o ha sentido y recibir feedback de empatía va ayudarle a sentirse respetado, entendido y con un espacio en el que puede expresarlas libremente, sin miedo.
Aunque la experiencia de apego haya sido deficiente, es posible, hasta cierto punto, repararla con una relación de calidad y, de este modo, contribuir al desarrollo de capacidades resilientes (Barudy y Dantagnan, 2005).
Cristina Lambán Sánchez, Psicóloga infanto-juvenil.