Tras los últimos libros de sexología que he leído, no ha dejado de retumbarme una idea en la cabeza respecto a la sexualidad femenina, “la dictadura de la normalidad”. No ha pasado un día en el que no haya resonado ese eco detrás de una conversación, un programa o simplemente al ojear una revista.
Cada vez que pienso en ello viajo hasta 1905 a visitar a Sigmund Freud. Este reconocido psicoanalista al que respeto profundamente, desde su afán por conseguir la cuadratura del círculo, elabora un paradigma de la sexualidad femenina basándose en la anatomía de la mujer. Determinando así, que para conseguir la plenitud y madurez, se debe transferir la consecución del orgasmo del clítoris a la vagina. Está construcción de la normalidad orgásmica supone un sometimiento cultural de importantes dimensiones. Dibuja la ruta por la que la mujer debe caminar, condenando a la “anormalidad” a toda aquella que no lo haga.
Regreso de mi viaje habiendo encontrado el primer punto de “la dictadura de la normalidad”: hay que tener orgasmos con la vagina.
Para obtener el segundo punto debo viajar hasta 1928 y visitar al reconocido escritor D.H. Lawrence, quien no conforme con dicha teoría decide ampliarla añadiendo la siguiente idea: El mejor coito es aquel en el que el orgasmo se produce de manera simultánea. Ya no es suficiente con pasar de tener orgasmos desde el clítoris para tenerlos desde la vagina, sino que además hay que tenerlos justo en el momento en que los tiene la otra persona.
Segundo punto de la dictadura: hay que tener los orgasmos simultáneos.
Y ahora me pregunto, cómo es posible que hombres y mujeres inteligentes, con capacidad crítica y espíritu curioso, nos traguemos dogmas de envergadura semejante. Que no te descubren posibilidades sino que te imponen obligaciones. La única respuesta que de momento encuentro es el “ser referencial”, es decir, yo soy en referencia a lo que los demás son. Convirtiendo nuestra vida en lo que nos pautan que “debe ser” en lugar de en lo que “deseamos que sea”. Detrás de esto supongo que se encontrará el miedo a no formar parte del grupo, a ser “anormal”, rechazado, menospreciado… y una larga lista de productos que puedes comprar en cualquier sociedad. Pero aún así, no termino de comprenderlo. Quizá la clave esté en la creencia de sentir que lo que somos, lo somos libremente. En este sentido, me parece fundamental recordar el concepto de Antonio Machado sobre “la libre expresión del pensamiento esclavo”. Primero nos construyen un pensamiento del que nos hacen esclavos a través del concepto de normalidad y luego nos dejan expresarlo libremente, anulando así una posible construcción del individuo desde el pensamiento libre.
Ante la rabia de cómo estas ideas imperan e impregnan todo lo que nos rodea, convirtiéndonos en desdichados seres de problemáticas conductas, me planteo, (por ser proactiva y no quedarme sólo en la queja): Yo, cómo psicóloga, sexóloga, educadora… y en definitiva, mediocre ser mundano ¿qué puedo hacer para que esto cambie? Y desde mi ambicioso propósito he decidido imitar a los superhéroes, poniéndome una capa con un escudo que dice “por una sexualidad grande y libre”. Si quieres unirte a la lucha por la abolición de la dictadura de la normalidad sexual sólo tienes que mandar un e-mail a tu “yo interno” en el que aparezcan tus pensamientos personales, dirección y teléfono, por si en algún momento te pierdes y hay que localizarte. Muchas gracias.
Carolina García Cuartero
Psicóloga y sexóloga colaboradora de Espacio Mente y Salud.